Hernan y Andrea

En El Cairo viven 25 millones de personas que conviven con mucho cemento, polucion, transporte caotico a los bocinazos que aun no se como es que no vi algun peaton atropellado.

El mercurio trepo a 43 pero no pudo frenar mis caminatas por la ciudad vieja y el barrio islamico.

El mistico Nilo ya no es lo que debe haber sido y hoy solo refleja suciedad y la incondicionalidad de los carteles de publicidad de siempre. Busco sombra y una cerveza que refresque pero solo hay pavimento gris que calcina y algunos bares encerrados bajo tierra que le escapan al Islam y su veda al alcohol.

Demasiada gente que te quiere escurrir hasta el ultimo billete. Choca fuerte con la parcimonia que traia desde las arenas del desierto y las playas de Sinai.

Me saco la foto que le prometi a mi abuela y sigo viaje a Jordania.

Mejor Jordania. La gente adora al rey Abdala II que es joven, tiene cara de picaro y le debe su fama a su padre, Hussein, procer de la patria.

Mis cuentas y numeros se mimetizan con las montanias rojas y solo me da para descansar en el techo de un hostal a las afueras de Petra. Al fin y al cabo, mas vale dormir bajo un millon de estrellas que en un hotel de solo 2.

Camine Petra con Daniel, un ingeniero cordobes que trabaja en Kuwuait, que no encontraba logica ni teoria ante las construcciones que veiamos dentro de las montanias, hechas a mano y hace mas de dos mil anios.

Pero Jordania no es solo Petra como pensaba.

Enganche a Iniaqui y Fernando, dos espanioles que me hicieron conocer Wadi Rum y su desierto y con los que comparto mucho mas que las tazas de te y la noche ventosa y clara de charla que pasamos.

Antes creia que los desiertos eran solo arena uniforme y medanos de nada. 

Ahora no se